Hace años que dejé de ir al Colegio, pero estoy seguro que muchas cosas siguen igual que las dejé y los niños de hoy actuarán de forma parecida a como lo hacíamos nosotros. Me refiero a cuando un profesor te decía, por ejemplo, que en un examen no se podía copiar o que si pillaba alguna «chuleta» estabas suspenso. Por lo general, esta medida de coacción no conseguía intimidar a aquel que estaba decidido a saltarse las normas.

Igual pasaba cuando te decían que en el patio del mismo Colegio, a la hora del recreo, había que comportarse de forma cívica y educada y que si te pillaban «in franganti» en alguna pelea corrías el riesgo incluso de expulsión. Tampoco estas medidas lograban evitar las carreras alocadas, los encontronazos entre grupos rivales y por supuesto los encuentros a escondidas para decirse «algo más que palabras». Y todo esto, ocurría gracias al desarrollo de habilidades de camuflaje, que sin duda a muchos le servirían en su vida adulta para actuar con impunidad frente a las prohibiciones futuras.

El próximo domingo es la final de la Copa del Rey entre el Sevilla y el FC Barcelona. Más que de fútbol, de lo que se habla es de la posible pitada al himno nacional por parte de una de las aficiones y de la ocurrente solución que han pensado las Instituciones pertinentes. Esta medida no es otra que prohibir la entrada al estadio de la bandera independentista catalana, la estelada. 

Esos chicos que se escabullían de las miradas de los profesores y lograban no solo copiar en los exámenes sin ponerse nerviosos, sino también encontrar un sitio privado en el mismo Centro para «ajustar cuentas», pueden ser los mismos líderes que el domingo sin duda se las apañarán para introducir alguna bandera en el estadio. Y si no lo consiguen, te aseguro que gritarán y pitarán más fuerte que nunca cada nota del himno. Aunque no esté permitido.

Convertir esto en un pulso no tiene sentido alguno. Las Instituciones saben que la afición va a pitar y entonces responden donde duele más. Echo en falta que se hable de los motivos por los que parte de la sociedad siente aversión hacia todo lo que suena a español y a partir de ahí comenzar a buscar y construir soluciones que sean respetuosas para todos. Si no se abre un diálogo sincero y claro, por las dos partes, basado en la tolerancia y respeto mutuo, sobre los motivos que hay detrás de esa pitada, difícilmente habrá un entendimiento, ya que, con castigos y prohibiciones, deberíamos haber aprendido que no se llega muy lejos.

Y digo las dos partes, ya que cuando se pita al himno, estoy convencido que hay un sector de la población disgustado (entre los que me encuentro) y otro que que lo apoya. Pero igualmente, cuando se habla de prohibir la estelada, parte de los mismos disgustados parecen estar a favor, cuando realmente se trata de lo mismo: de ser irrespetuoso con el otro, de no valorar todo aquello que para él es importante, de sentir y pensar que solo lo tuyo es lo válido. Creo que sería interesante partir de una base inicial con dos polos opuestos.

En un polo pondría Pitar al Himno y a los Reyes y en el otro polo pondría Jugar sin público. Invito a las Instituciones a que se sienten a adoptar acuerdos respetuosos para las dos partes involucradas, que eviten estas dos situaciones, a que dejen a un lado los pulsos actuales que solo provocan ciclos estériles de venganza y que sean capaces de transmitir a toda la sociedad, más allá de lo que sus ideologías políticas proclamen, los mejores valores y sentimientos. Que no solo acuerden como manejar a las masas sociales a las que representan, sino que adopten con ellas las consecuencias que tendrían faltar el respeto en un espacio de convivencia pública.

No estaría mal como alternativa, que cada persona contraria a lo que representa el himno y la monarquía, pudiera disponer de un folleto en su asiento y escribir en silencio, cubierto con su estelada, lo que siente mientras suena esa música en el estadio. Sería sin duda un valioso tesoro para la clase política, que podrían tomar como base para seguir negociando.

Pero me temo que saldrán banderas escondidas, pitos y por encima de todo, fútbol, que es de lo que se trata.  Un partido de fútbol, por mucho que a algunos le pese.