Cuando los padres nos enfrentamos a un nuevo reto propuesto por nuestros hijos, a un nuevo obstáculo a nuestra comodidad o a un pulso entre lo que tienen que aprender y lo que tenemos que enseñarles, creo que hay una primera cuestión que debemos tener en cuenta, sea cual sea la naturaleza de la acción.
¿Quieres afrontar este reto acompañando o controlando?
Cuando acompañamos, estamos ahí, presentes, cercanos para indicar, alentar y apoyar, pero lo suficientemente retirados para no interferir en sus propias decisiones.
Cuando controlamos a los niños, estamos también ahí, pero nuestra sombra es tan alargada que puede oscurecer su iniciativa bajo el paraguas de la
protección y el miedo
.
Recuerdo cuando aprendí a montar en bici y mi padre me acompañaba en esas tardes. Su labor fue la de indicarme cómo tenía que sentarme para mantener el equilibrio, qué debía hacer para esquivar los obstáculos que aparecían en el camino y sobre todo fueron básicas sus palabras y estado emocional cada vez que yo ponía un pie (o algo más) en tierra.
Sin duda, él pudo optar por controlar algo más este aprendizaje y evitar así alguna caída y muchos errores. Hubiera resultado mucho más cómodo para sus riñones y sobre todo para mí, ya que si hubiera estado más encima, hubiera evitado que me amortiguara la caída ese espinoso rosal.
Pero entonces no habría aprendido que, cuando te caes en la vida, no solo tienes sino que puedes volver a levantarte si quieres continuar el camino; o que si quieres evitar golpearte de nuevo con el mismo obstáculo no hay nada como frenar a tiempo o esquivarlo antes de que llegue.
También aprendí que cuando te caes, no es porque tu padre te haya soltado del sillín, sino porque seguramente uno pierde la concentración y enfoque necesarios para lograr ese equilibrio o cualquier objetivo en la vida, con independencia de lo que suceda a tu alrededor.
Pero además la bici, gracias a esos días de acompañamiento y caídas, me enseñó que algo a lo que le tuve respeto es posible transformarlo en tu mejor compañero de aventuras.
Si hoy es uno de esos días en los que estás viviendo un nuevo reto que te está paralizando y angustiando y te hace sentir que no puedes solucionarlo, me gustaría que recordaras esos momentos en los que superasteis juntos el muro insalvable que parecía subirse en una bici con dos ruedas. Tu hijo lo logró, pero recuerda que tú también lo lograste.
Revive lo que hacías, decías, lo que transmitías o cómo lo hacías sentir y a partir de ahí prueba a enfocarlo hacia esa nueva habilidad que tu hijo necesita desarrollar.
¡Suerte!