Ya falta poco para que nuestros hijos terminen sus clases. Son esos días, en los que comenzamos a preguntarnos si preferimos recompensarles por el esfuerzo que han realizado durante todo el año o condicionarlo a la espera de ver la nota recibida.

No se trata de que elijas ahora una u otra opción, sino más bien que analices tu propio comportamiento y la forma de motivarlo durante el curso y que te identifiques con una u otra , como aquella que está más en línea con tu forma de actuar. Solo quiero que pienses si tu comportamiento y estilo educativo, está más cercano a recompensar el esfuerzo realizado y el aprendizaje recibido (con independencia del resultado obtenido) o por contra, lo está con el acierto, con el éxito, entendiendo esto únicamente como un fin y no como un proceso.

Ventaja de centrarse en las notas

Si eres de los que le das importancia a las calificaciones, piensa que es lo normal, ya que estamos inmersos en un escenario educativo en el cual a cada niño se le valora con una puntuación en cada asignatura. Eso te facilitará bastante las cosas, ya que, si tu felicitación depende de las notas, tan solo deberás leerlas.

Inconveniente de centrarse en las notas

Pero no todo es color de rosa, ya que detrás de cada suspenso o de cada sobresaliente, se esconde una etiqueta bidireccional que se marcará a fuego en la identidad de cada alumno y en las expectativas de sus padres. Pero no siempre será cierta esta etiqueta. El problema es que casi siempre te la creerás.

Por eso un niño, al que han suspendido en matemáticas, por ejemplo, que llega a casa con su etiqueta de «no valgo para las mates» y que, al llegar a casa, lo ve refrendado por boca de sus padres, es normal que termine construyendo y creyendo esa creencia y no cuestionándosela jamás. Simplemente porque un profesor, quizá sin tiempo de explicar mejor ese problema, quizá sin los recursos para extraer la motivación suficiente de cada alumno o para hacer de su clase «la mejor clase del colegio», decidió que un niño no valía para esa asignatura. Y los padres decidieron creerlo y moldear las expectativas que tenían sobre su hijo, seguramente sin saber, que quizá alteraban y condicionaban su propia forma de actuación futura.

Aprovecho para mencionar aquí a Benjamin Zander, Director de la Filarmónica de Boston, quien tiene una particular forma de calificar a sus alumnos:

«El primer día de clase es cuando les da las notas. Y no reciben una nota cualquiera, sino un Sobresaliente. A continuación, Zander les propone a cada uno de sus alumnos, que anoten qué tendrían que hacer a lo largo del curso para merecer esa calificación. Cómo tendrían que ser sus niveles de esfuerzo, sacrificio, entrega, pasión, concentración o aprendizaje para que el curso que empieza sea el mejor de sus vidas. Una vez que todos han escrito ese compromiso,  les anima a que se comporten desde ese momento como esos alumnos sobresalientes que ya son.»

En cualquier caso, independientemente de la nota o del esfuerzo, hay una pregunta que utilizo mucho y que te invito a que uses. ¿Qué has aprendido? Son 3 palabras que ayudarán a tu hijo a proyectarse más allá del hecho sucedido y a responsabilizarse de cara a una futura situación.

La otra cuestión que nos asalta es:

 ¿Y cómo le premio ese esfuerzo qué ha hecho o esas notas que ha sacado?

El problema cuando le haces un regalo a tu hijo por haber sacado buenas notas, es que corres el riesgo de alimentar su consumismo, el cual cada vez te será más difícil satisfacer. Lo ideal es que el niño esté educado en la idea de que cada miembro de la familia es responsable de una parcela y la suya es la de acabar bien el curso escolar, de esforzarse, aprender y divertirse cada día lo máximo posible.

A esto puedes unirle, hacer algo familiar como una comida que le guste, iros juntos a hacer alguna actividad divertida, en definitiva, pasar una tarde juntos sin necesidad de tener que comprarle algo por haber aprobado el curso.

Porque cuando las notas no son tan buenas… ¿Qué ocurre entonces? Igualmente te animo a que finalices el curso escolar de esta manera, ya que privarlo de ese regalo que le prometiste tan solo agudizará su frustración y pesimismo.

En ambos casos terminaría haciendo la pregunta mágica ¿Qué aprendiste?, seguro que en ambas situaciones ellos solos sacan muchas conclusiones.

¡Disfruta de ese día y ya me contarás!