Desde hace un tiempo, vengo observando de forma respetuosa y atónita a la vez, como desde un sector educativo se viene defendiendo la postura de aclararle a tu hijo el misterio de los Reyes Magos, bajo el pretexto de no querer mentir cuando nos pregunten sobre su existencia o cómo es posible que lleven regalos a todas las casas a la vez.

Seguramente te hayas encontrado ante la necesidad de responder a alguna de estas preguntas y no has sabido cómo explicar el enigma, ante la duda de qué sería mejor para tu hij@, por eso espero que las siguientes líneas te sean de utilidad, basadas eso sí en mi propia experiencia personal, que poco tienen que ver con la tuya.

Los Reyes Magos de Oriente existieron. Aunque no eran magos ni Reyes, es el nombre que recibían, según la tradición, los antiguos eruditos de Oriente que fueron a visitar a Jesús de Nazaret en su nacimiento para rendirle homenaje  y entregarle regalos, como citan los evangelios canónicos del s. I. No fue hasta el s.XVI cuando se les identificó con los nombres actuales, en número de tres y con la denominación de Magos.

Sus restos óseos están en la Catedral de Colonia (Alemania). Hace años, cuando visité este monumento, me llamó la atención un pequeño baúl, situado en la parte alta de la misma. Al preguntar a uno de los responsables, nos indicó que allí se encontraban las piernas y brazos de los 3 Reyes. Eso justificaba muchas cosas, pero sobre todo, el hecho que fueran Magos, ya que solo eso explicaba que pudieran seguir repartiendo ilusiones.

Con las ilusiones no se juega. Tengo la gran suerte de recordar una infancia repleta de Navidades familiares y momentos mágicos, a la espera de la llegada de Sus Majestades de Oriente a nuestra casa. Esos instantes en los que hay mezcla de nervios, miedo e ilusión, son irrepetibles y no veo la necesidad de que un adulto con mente de adulto y experiencias de adulto, me venga a contar lo que él quiere oír Yo fui muy feliz viviendo así y no recuerdo el momento en que descubrí nada, a lo mejor porque aún no lo he hecho…

Y tú que ya resolviste el misterio: ¿Cómo estás tan seguro que no existen? Es decir, por el simple hecho que descubriste a tus padres comprar regalos, que ves a tus amigos hacer lo mismo y que tu adornas a escondidas el arbol de navidad, solo por eso ¿puedes garantizar que los Reyes Magos no existen? ¿Es posible que en otros países continúe la tradición verdadera y que tú la hayas olvidado? ¿No estará más cerca de la verdad tu hijo? A veces , pensamos que la realidad que vivimos es la única existente y cuando un día llegamos a la conclusión que ya dejaban de existir las ilusiones infantiles, el ratoncito Pérez y los Reyes Magos, seguramente  dejamos también por el camino de creer en muchos sueños inalcanzables y metas que solo podríamos lograr si siguiéramos creyendo en todas esas tradiciones. Pero para eso, tendriamos que recuperar nuestra mente de niño, que creía en esas cosas absurdas e ilógicas y que ahora estás dispuesta a devolverle a la realidad. Tendrías que volver a aprender a soñar y quien mejor que tu niño interior para convencerte de la existencia de la magia navideña. Deja que tu hijo crea en imposibles, que tenga fe en cosas que no pueda ver ni tocar y sobre todo que deje volar su imaginación. Dale esas alas en la infancia y estoy convencido que lo convertirás en un adulto capaz y seguro.

A nuestros hijos debemos acompañarlos en sus emociones y decisiones. Yo prefiero ser el copiloto de mi hijo y dejar que él lleve las riendas de su vida, estando cerca para cualquier cosa que precise, pero respetando las decisiones que él considere mejor para su propio desarrollo. Personalmente, creo que cuando le hablo de los Reyes y le descubro todo lo que hay detrás, estoy jugando con ventaja, estoy mostrándole las cartas de adulto y no creo que sea jugar limpio. Una relación sana, creo que es la que le permite al hijo explorar, descubrir, probar, acertar y al final tu verdad será la que te haga sentir una u otra cosa. ¿Qué más da lo que pensemos nosotros como padres de todo esto? Lo importante es lo que piensen nuestros hijos y sobre todo lo que sientan, ya que esto es lo que ha hecho que para mí cada Navidad sea espectacular.

Y ahora si te pregunta, ¿qué le vas a decir?

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